Se acerca un cometa diez veces más grande que el que acabó con los dinosaurios. Mide unos 90 kilómetros de largo por 160 de ancho y regresa...
Se acerca un cometa diez veces más grande que el que acabó con los dinosaurios.
Mide unos 90 kilómetros de largo por 160 de ancho y regresa al sistema solar después de visitar nuestro planeta cuando comenzaba a formarse.
Se acerca un cometa diez veces más grande que el que acabó con los dinosaurios.
Unos 65 millones de años atrás un cometa golpeó nuestro planeta. Dejó un cráter de 118 km de diámetro, las cenizas llegaron a la atmósfera y cambiaron el clima a nivel global y finalmente se extinguieron 3 de cada 4 especies que habitaban la Tierra. Aquel cuerpo medía “apenas” unos 10 kilómetros. Ahora un equipo de astrónomos de la Universidad de Pensilvania, liderados por Pedro Bernadinelli y Gary Bernstein, han confirmado la existencia de un cometa un poco, apenas un poco, más grande que aquel que se cargó a los dinosaurios: solo de ancho mide más de 100 kilómetros. ¿Su nombre? El de sus descubridores: Bernardinelli-Bernstein.
Su hallazgo fue descrito en un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters y, por lo que sabemos hasta ahora, es el mayor cometa descubierto hasta la fecha. Solo hay otros dos candidatos al oro en esta competencia: el cometa Hale-Bopp, que se acercó a la Tierra en 1997, y el cometa C / 2002 VQ94 (LINEAR), que apenas si se acercó hasta la órbita de Júpiter.
¿Cómo se encuentra un cometa de este tamaño, viajando a velocidades de millones de kilómetros y a distancias más lejanas que nuestro sistema solar? Es una tarea imposible… sobre todo si no se sabe que existe. La clave para Bernardinelli y Bernstein fue no buscarlo. Pedro Bernardinelli estaba analizando información que el telescopio en el Observatorio Interamericano Cerro Tololo, en Chile, había obtenido entre 2013 a 2019. Buscaba objetos más allá de la órbita de Neptuno. Para ello cuentan con un algoritmo que detecta si una misma sombra o mancha se encuentra en distintas fotografías tomadas por el telescopio y si esa mancha sigue las leyes de movimiento de los cuerpos celestes. Bernardinelli había configurado el sistema para que le diera una alerta si un mismo cuerpo aparecía en un mínimo de 7 imágenes. Pasado un tiempo sonó una alarma: casi 30 imágenes detectaban un mismo cuerpo, el de un cometa gigante, diez veces más grande que Deimos, una de las lunas de Marte. Debía haber un error. Bernardinelli le pidió a su superior, Gary Bernstein que le ayudara a confirmar los datos. Pero todo estaba correcto, no había la más mínima posibilidad de conseguir esas imágenes por accidente o azar.
La realidad es que este tipo de cometas, por su tamaño, constituyen una rareza porque el mismo hielo que los hace tan espectaculares, el que dibuja su cola, al mismo tiempo los despoja de su ser: cada nuevo acercamiento al Sol, los hace un poco más pequeño.
Y precisamente esto es uno de los factores más interesantes de Bernardinelli-Bernstein. Este cometa estaría emprendiendo un viaje de regreso a la Tierra que comenzó cuando nuestro planeta estaba en plena formación, hace miles de millones de años. Los científicos dicen que les brindará una oportunidad increíble para estudiar el objeto, que esperan revelará descubrimientos revolucionarios sobre cómo era el sistema solar antes de que se crearan los planetas. Y esto es algo muy raro. Independientemente del tamaño y la actividad de Bernardinelli-Bernstein, lo más emocionante para la ciencia es que el cometa regresa en un momento muy dulce para la astronomía. Tenemos imágenes de este cuerpo desde 2014 y lo podremos seguir analizando hasta 2031. Décadas de estudio para el cometa más grande conocido. Afortunadamente para nosotros, cuando esté más cerca de nosotros, estará fuera de nuestro alcance, navegando entre las órbitas de Urano y Saturno.
Los científicos siempre han especulado con la existencia de objetos como este, navegando por los gélidos bordes del sistema solar, a lo largo de miles de millones de años. El hallazgo de Bernardinelli-Bernstein confirma que debe haber más, pero también es una prueba más de que estamos en el camino correcto para reconstruir la historia del sistema solar.
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